«Oh, tierra, abre tus brazos / y a tu entraña vayan, / para nacer en bosques de silencio, / estos hijos que mueren en plena / sed de vida, en un ímpetu claro / de victoria, / No habrá bastantes campos / para labrar sus fosas / y recoger su sangre, / ni bastantes palabras y laureles, / todos son héroes y su angustia / pura, / Las aguas llevan su dolor y quejas, / toda la España huellas / de sus pasos, / y en cada roca queda hincado / un grito, y en cada valle / un cántico, / En estas noches claras, / recostadas en ancha paz idílica, / un frenesí de muerte se derrama, / acoge, madre-tierra estos soldados / y pide a las estrellas / la eternidad de sus lejanas lágrimas». Otoño 1937. Una voz propia Clemencia Miró Maignon, el talento desvelado POR MANUEL SÁNCHEZ MONLLO Gran parte de la vida de Clemencia la entregó al estudio y memoria del padre. De su dedicación tengo ante mí centenares de escritos que me esfuerzo en ordenar en una tarea tal vez imposible como me manifestó tras intentarl...
Memoria de un republicano