La acepción general de la palabra "salinero" es la del que trata en sal o, por extensión, del que la transporta. En el caso que nos ocupa, es la persona que fabrica sal...
... Y honraremos extraordinariamente estas notas finales sobre el salinero español, cuyo elogio ha quedado involuntariamente supeditado a nuestra pobre pluma, con lo que resaltan más los méritos de nuestros buenos artífices, acompañándolas del grabado que representa la noble figura de nuestro desaparecido amigo que fue jefe de la estación radiotelegráfica del Cabo de Palos, don Ángel Rojas Veiga, que tan buenos servicios prestó durante la construcción y primeros años de las salinas del mismo nombre, adquiriendo el dominio de este arte con sus lecturas de obras extranjeras y con su perspicaz interpretación práctica.
"Salinero", término genérico, implica jerarquía técnica y de trabajo en unas salinas. Ángel Rojas, ya al iniciarse como "aficionado salinero", como decía él, disponía de esta jerarquía. De la misma forma que la tuvo para cuanto emprendió. En lo moral, ella formaba también parte de su recia personalidad. Tanto, que supo ofrendar su vida valientemente al servicio de un ideal.
José Altimir Bolva, La sal en el mundo (Crítica y elogio del salinero español)
José Áltimir Bolva fue el fundador, en el año 1929, de Salinera Catalana S.A., empresa que tuvo su primera sede en Hospitalet, más tarde (1933) en Barcelona, gracias al impulso que tomaron sus explotaciones de Cabo de Palos y Sagunto, y que posteriormente llegó a trasladar su oficina central a Cabo de Palos, donde tuvo una de sus principales explotaciones de sal. Durante los primeros años de la empresa, figura como presidente Josep Maria Pi Sunyer* y secretario Isidor Saló Pons. Ya en sus últimos años antes de la extición de Salinera Catalana, a comienzos del siglo XXI, sus sedes radicarían en Fuente Álamo (Murcia) y en El Ejido (Almería).
Ángel Rojas Veiga ejerció como apoderado de Salinera Catalana en Cabo de Palos entre 1930 y 1938, encargándose de la gestión del trabajo diario y la representación legal de la empresa.
José Altimir y Ángel Rojas debieron conocerse en la década de 1920, posiblemente por contacto radiotelegráfico entre Cabo de Palos y algunos de los barcos de transporte da sal que durante esos años navegaban por la zona.
Las Salinas de Marchamalo
Ya a principios del XIX existían unas salinas en el Mar Menor, en la bocamanga. Se trataba de una explotación artesanal de solamente tres balsas. A mitad de siglo, las salinas pasaron a manos privadas. La primera referencia que encontramos es de 1867, y se refiere a la Compañía Salinera de Barcelona.
Coincidiendo con la construcción del faro de Cabo de Palos, en 1868 se construye la encañizada de Marchamalo, que no mantiene una actividad continuada en la pesquería hasta la década de 1920-1930, en la que hay constancia de tres encañizadas de propiedad particular en explotación: Estacio, Marchamalo y El Charco, y otras dos de propiedad pública, adscritas al Ministerio de Marina: La Torre y Ventorrillo.
Entre los años 1926 y 1929 se aprecian en la zona de Marchamalo 15 balsas, siendo a manos de José Altimir Bolva y Salinera Catalana, en 1930, la construcción de otras 12 balsas, y un año después, la misma empresa lleva a cabo el proyecto definitivo de 79 balsas.
Las instalaciones contaban a principios del S. XX únicamente con una caseta y un molino salinero. Y, aunque apenas se conocen datos de esta época, visto el número de charcas, la producción no podía ser muy grande.
En el año 1931 se amplían las salinas hasta llegar a tener 79 charcas. En 1932 se construyó el edificio de oficinas diseñado por el arquitecto Lorenzo Ros**.
Cabe destacar el molino para moler la sal. Se trata de un molino de viento característico de la Región de Murcia cuya función era la de moler la sal recogida. Se trata del único molino de viento de moler sal que se conserva en la Región de Murcia, y uno de los pocos existentes en España. Se podría datar entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Plano del proyecto de construcción del edificio de Salinera Catalana en las salinas de Marchamalo, 1932, del arquitecto Lorenzo Ros. Firma como apoderado Ángel Rojas
Durante esta época las salinas contaban con cuatro canales de unión con el Mar Menor. En los dos extremos cuentan con una estación de bombeo donde el agua era elevada por una Molineta. Los dos canales centrales servían para desaguar en caso de inundaciones por lluvias.
Cada circuito era independiente e iba comunicado por sus respectivos canales y compuertas. En caso de inundación se abrían los canales intermedios para que el agua dulce, que por densidad quedaría en la superficie de la charca, saliera sin entorpecer la cosecha.
Estos fueron los años de mayor producción. Las cantidades de sal anuales oscilaban entre las 9.000 y 10.000 toneladas.
Años 50
Consta en el Archivo General de la Región de Murcia un documento de la Jefatura de Costas y Puertos, para la ocupación de zonas limítrofes con el dominio público marítimo terrestre, fechado el 27 de abril 1955, en el que Salinera Catalana compra a Manuel Segura García una porción de terreno a orillas del Mar Menor, lo que significaría que se estaban ampliando las salinas para decantación de aguas e impurezas.
Es en ese año 1955 cuando compra las salinas Francisco Celdrán. Tras su muerte, sus hijos no se hacen cargo y acaba en manos de Alfonso García, Mariano Roca y Ángel Conesa.
Según datos del Ministerio de Trabajo, en el cuatrienio 1954-58, Salinera Catalana tenía sesenta y cinco “productores” contratados en las salinas de Cabo de Palos, época en la cual había censados 221 vecinos en el poblado.
A partir de 1970, tanto el Vivero como varias balsas del extremo oeste fueron desecadas, cerrando con ellas uno de los canales de entrada de agua, y creándose otro canal de casi un kilómetro a través del Vivero para tomar el agua de la laguna.
La colmatación del Vivero supuso pérdidas de producción de sal ya que éste actuaba como calentador virtual haciendo llegar el agua a las salinas con una concentración mayor, bajando a una producción de unas 6.000/7.000 toneladas al año. Otro factor que influyó en la producción fue la motorización del proceso de extracción, ya que las maquinas no apuraban tanto en la extracción, por miedo a coger barro o por inaccesibilidad a los bordes y esquinas.
En estos años se construyó un nuevo edificio al norte del recinto para albergar los molinos de triturado y de empaquetado, de manera que la sal era transportada mediante cintas de los montones al interior del edificio.
Durante el resto del año en que no había extracción, los operarios se dedicaban a mantener las motas y las balsas en buenas condiciones y a la vigilancia de las concentraciones de sal en las diversas lagunas. El borde de las balsas estaba hecho con piedras sin masa por lo que había que mantenerlos durante todo el año. También cuando finalizaba la época de cosecha de sal, si había algún calentador que había creado mucha ova, lo secaban y lo limpiaban.
La entrada de agua a las salinas a través del canal fue soterrada mediante una tubería que empieza metida en el mar a 100 m de la playa y continúa bajo la arena hasta salir al antiguo canal, el cual sigue en superficie hasta la estación de bombeo.
Documentación
'La sal en el mundo' (1949), Editorial: Estades, Madrid. Ediciones al Servicio de la industria salinera, de José Altimir Bolva.
En recuerdo de las salinas desaparecidas, por Ángel Luis Riquelme Manzanera
Historia de caserío de os Chaparros