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Negrín: más que lentejas

Por Aurora Nacarino-Brabo

Para su 37º congreso nacional, el PSOE se ha propuesto recuperar la figura de don Juan Negrín, expulsado del partido hace más de 60 años. El último presidente del Gobierno de la República fue también, durante algún tiempo, su última esperanza para ganar la guerra a Franco, aunque, consumada la derrota, muy pocos recuerdan hoy los logros de este gran médico y científico antes que político. El género humano es así: necesita buscar culpables que justifiquen sus fracasos para poder aliviar la culpa, y el doctor Negrín, como capitán de la “resistencia a ultranza”, se prestaba mejor que nadie para el papel de chivo expiatorio.

En efecto, una vez que Franco se hubo instalado en el poder, los rumores y acusaciones persiguieron a Negrín hasta el exilio, donde, a pesar de todo, continuó trabajando por la democracia hasta su muerte, en 1956. Pero antes, mucho antes de todo eso, antes incluso de que la República tomara forma, Negrín tenía otra vida alejada de la política. Comenzó la carrera de medicina con solo 15 años en Alemania, y a los 20 ya alcanzaba el grado de Doctor. Durante su estancia en el extranjero, aprendió varios idiomas y se labró gran fama internacional. En 1916 regresó a España, donde obtuvo la cátedra de Fisiología de la Universidad Central y dio clases, entre otros, al futuro premio Nobel, Severo Ochoa. Aquí puso en marcha un laboratorio de fisiología que gozó de gran reconocimiento mundial, elevando a Negrín a la categoría de brillante intelectual en una España en la que la ciencia era todavía un edificio de precarios cimientos.


No sería hasta 1929, durante la dictadura de Primo de Rivera y de la mano del también socialista Indalecio Prieto, cuando Negrín comenzara su andadura política. Ese año, el doctor ingresó en el PSOE y, en 1931, con el advenimiento de la República, obtendría el acta de diputado por su Las Palmas natal. Ya en plena guerra civil, Negrín fue nombrado ministro de Hacienda del primer gobierno de Largo Caballero, en 1936, puesto que ejerció con solvencia y que le granjeó el reconocimiento político que le catapultaría un año más tarde a la presidencia del Consejo de Ministros. Durante esta primera etapa al frente de la hacienda estatal, Negrín llevó a cabo una de las acciones que más contribuyó a equilibrar las fuerzas de la balanza militar, por aquel entonces inclinada peligrosamente del lado franquista. Hablamos de la reorganización del cuerpo de Carabineros, convertido por el doctor en una unidad de élite disciplinada, cualificada y dirigida por personas de su confianza, que pronto se ganarían el apelativo popular de “los cien mil hijos de Negrín”.


Cuando la incompetencia de Largo Caballero se hizo insostenible, en mayo de 1937, el presidente Azaña decidió llamar a Negrín para que formara gobierno. El doctor reunía las características idóneas para el puesto: era prietista, pero su relación con los comunistas era cordial (a diferencia de la de Prieto, nefasta), algo indispensable a la hora de mantener el apoyo militar de la URSS; contaba con una gran formación académica; dominaba varios idiomas (algo muy importante de cara a la diplomacia exterior); era inteligente; moderado y había cumplido como ministro de Hacienda. Y lo más importante de todo: estaba convencido de que la guerra podía ganarse.


Así, desde que Negrín llegara a la presidencia del Gobierno, trabajaría de forma infatigable, junto al general Rojo, para lograr la victoria sobre los sublevados, y no dudaría en visitar las zonas más expuestas del frente de batalla para insuflar ánimo a sus combatientes. Famosas se hicieron las ‘lentejas de Negrín’, abundantes, aunque no particularmente variadas, raciones de comida que garantizaban la fortaleza de sus soldados. El doctor nunca se resignó a una rendición incondicional, ni siquiera cuando la resistencia quedó reducida a una pequeña línea desguarnecida. Confiaba en poder prolongar la lucha hasta el estallido de la Guerra Mundial, para que los aliados no tuvieran más remedio que intervenir en favor de la República, y sabía que la represión franquista sería inmisericorde, a diferencia de algunos de sus compañeros implicados en el golpe de Casado.


A principios de 1939, Negrín ya era víctima de las conspiraciones de sus propios correligionarios, y se habían hecho más audibles los rumores que le acusaban de haberse entregado a los soviéticos. Esta es, sin duda, la imputación más grave que se suele atribuir a Negrín, aunque su explicación es bien sencilla: con Alemania e Italia colaborando con el bando franquista y sin el apoyo de las democracias occidentales a la República, ¿cómo podía el doctor hacer frente a la guerra sin el sustento de la URSS? O, en palabras de Azaña: “si las armas no vienen de Rusia, ¿de dónde pueden venir?”


También se ha especulado mucho sobre el paradero del famoso ‘Oro de Moscú’, aunque su depósito, así como su uso para obtener créditos soviéticos con el fin de adquirir armas, quedó sobradamente documentado por el doctor, que se encargó de dejarlo todo claro a este respecto antes de su muerte.


El denostado Negrín, contaba entre sus pequeñas faltas algunos vicios que le labraron fama de hombre excesivo y desordenado, pero, como hombre político, fue uno de los más brillantes y valientes que ha dado nuestro país. Antes de alcanzar la presidencia del Gobierno, Negrín fue uno de los pocos que se atrevieron a entrar en las temibles chekas para hablar en favor de los detenidos, y una vez al frente del Consejo de Ministros, se encargó de desmantelarlas, ordenó la puesta en libertad de todos los sacerdotes encarcelados por el mero hecho de serlo y devolvió la seguridad jurídica ausente durante el gobierno de Largo Caballero.


Cuando la traición de Casado se consumó, trajo consigo lo que Negrín había tratado de evitar: una cruenta represión, y solo unos meses más tarde, sucedió aquello para lo que el doctor había estado luchando: el estallido de la II Guerra Mundial. No sabemos si prolongar la guerra hasta ese momento hubiera cambiado el desenlace del conflicto, pero, en cualquier caso, la Historia le había dado la razón, y sus compañeros se lo pagaban con desprecio y expulsándole del partido. Ahora, 62 años después, el PSOE quiere recuperar al hombre más difamado del socialismo español: por fin se han dado cuenta de que Negrín fue más que lentejas.


*Aurora Nacarino-Brabo, politóloga y periodista. Editora ejecutiva en Grupo Planeta.

Artículo original publicado en El Imparcial el 5 de julio de 2008

https://www.elimparcial.es/noticia/18201/opinion/negrin:-mas-que-lentejas.html