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Las lentejas de Negrín: píldoras de resistencia

"Las que pronto se conocerían como píldoras de Negrín parecían cualquier cosa menos lentejas, tenían bichos, era verdad, pero con el tiempo todo sería peor, ya no tendrían ni bichos, y serían tan escasas que por eso se llamarían píldoras. No había casi nada que echarse al estómago, y cuando lo había, era tan escaso y monótono que las mujeres imaginaban imposibles recetas de guerra. Se hacía cocido con cacahuetes, sopas con las mondas de patata, o con las de naranja, y más de uno se envenenó soñando que comía acelgas frescas mientras masticaba hierbas venenosas que encontraba en las cunetas. Ya no se veían perros por Madrid, algunos hasta se vendían sin cabeza y sin piel, como si fueran corderos de buena edad..."

Otoño y nueces,  Mónica Moreno  Fernández-Santa Cruz


“Hambre, hambre. Madrid empezó a sufrir hambre al mes de empezar la guerra. Una vez estuvimos tres días con un huevo frito, untándolo y guardándolo… Yo no tenía miedo a morir, lo que tenía era el horrible dolor de estómago que da el hambre”.

Gloria Fuertes

"Durante el penúltimo año de la guerra civil española (1938), el Jefe del Gobierno, Juan Negrín, puso en ejecución un emergente plan masivo de entrega de lentejas a los soldados republicanos, como una manera de solventar el dramático desabastecimiento de alimentos, generado por las fuerzas fascistas (alemanas e italianas) involucradas en aquel conflicto. Rápidamente el operativo se popularizo como las 'lentejas de Negrín', píldoras para mitigar el hambre".

Alirio Almao 

Reparto de comida en la Puerta del Sol

A las lentejas las llamaban “píldoras de la resistencia” porque fueron el alimento básico que permitió la supervivencia de muchos mientras Negrín decía a los madrileños aquello de “¡Resistir es vencer!”. Muchos niños no habían visto nunca un plátano porque Canarias era zona nacional y resultó una cosa exótica, como el chocolate, cuando llegó a la capital al término de la guerra. Las mujeres hacían colas durante horas para conseguir boniatos o un hueso para hacer caldo y las más aguerridas se jactaban de no abandonar la espera ni cuando las bombas caían a pocos metros de distancia. En el Madrid sitiado de la Guerra Civil se pasó mucha hambre: la comida era la principal preocupación y el principal tema de conversación de las familias. “¿Tú qué comerías si pudieras comer lo que quisieras?”.

Sergio C. Fanjúl. "Píldoras de resistencia". Artículo publicado en El País el 21 de marzo de 2015 y que hace referencia al libro de las hermanas Carmen y Laura Gutiérrez Rueda El hambre en el Madrid de la Guerra Civil 1936- 1939

El abastecimiento de Madrid durante la guerra civil fue un problema desde el principio. Al acaparamiento de víveres, se unió el mercado negro o estraperlo, lo que condujo a una situación muy precaria. Fueron necesarias cartillas de racionamiento para intentar cubrir las necesidades mínimas de la población. Pero todo fue poco en aquellos años.

Lo más común era ver colas por la ciudad, normalmente de mujeres vestidas de negro, que llevaban horas y horas esperando pan, leche, café u otros alimentos básicos. Era muy común que los distintos miembros de una familia se repartieran por los distintos comercios de la ciudad en busca de comida. La principal actividad del día de estas personas era buscar alimentos para sobrevivir.

Así, en la calle Goya esquina Alcántara, se formaba la cola desde las cuatro de la mañana y abrían a las nueve. Era una fábrica de galletas y vendían un kilo de galletas rotas por persona. Algunas personas se disfrazaban para repetir en las colas y lograr más cantidades. Había, incluso, colas para embarazadas y las que no lo estaban, lo simulaban (metiéndose almohadas) para conseguir más alimentos y esperar menos tiempo.

La gente llevaba sillas para que la espera fuera menos dura, cuando alguien intentaba colarse había incluso violencia. Ni siquiera los bombardeos evitaban que la gente dejara su puesto en una cola «…Un obús cayó en la plaza. Giraron la cabeza para mirar y se arrimaron un poco a la casa, pero ninguna abandonó su puesto de cola. Después de todo llevaban tres horas y sus hijos esperaban la comida en casa» (Martha Gellhorn, 2The face of Nar»).

El hambre en el Madrid de la Guerra Civil 1936- 1939 de Carmen Gutiérrez Rueda y Laura Gutiérrez Rueda