Ir al contenido principal

El oro de la República

A fines de octubre de 1936, un pequeño convoy de barcos salió del puerto de Cartagena y se dirigió a Odessa transportando la mayor parte de las reservas de oro de España. El oro estaba destinado a Rusia con la intención de comprar armas necesarias en la lucha contra los soldados que se habían sublevado contra la Segunda República al mando del general Emilio Mola el 18 de julio.

La Unión Soviética y la Guerra Civil Española, Willem Peters (Editor de Casa Cultural, web que contiene una historia completa de España y biografías de destacados políticos españoles)


Juan Negrín fue nombrado ministro de Hacienda en el primer gobierno de Largo Caballero, creado el 4 de septiembre de 1936. Al frente de este ministerio supervisó el traslado secreto —tras la aprobación, por unanimidad, en Consejo de Ministros​ de un decreto del gobierno de Largo Caballero que lo amparaba— de la mayor parte de las reservas de oro del Banco de España, hacia Cartagena, y su depósito final en Moscú. El célebre "oro de Moscú", como lo designó la propaganda franquista, fue la forma como la República financió la guerra. Pero no todo el oro fue enviado a Moscú sino que cerca de una cuarta parte fue vendida a Francia (el "oro de París" del que la propaganda franquista nunca habló). El "oro de Moscú", explica el historiador Julio Aróstegui, estaba destinado "al pago del armamento adquirido a Rusia y otros países que hubo de abonarse siempre, mientras que las entregas alemanas e italianas a los sublevados eran gratis o con pago diferido en mercancías. Se evalúa el oro salido hacia Moscú en 510 toneladas, con un valor de 530 millones de dólares de la época. Hoy sabemos que no hay más oro de Moscú que ese, que fue invertido en su totalidad en la compra de armas".

Las reservas de oro del Banco de España, vitales para sostener el esfuerzo bélico de una guerra que duró tres años, se guardaban en los sótanos del edificio principal del Banco de España en la plaza de la Cibeles de Madrid y ascendían en julio de 1936 a 707 toneladas en lingotes y monedas, con un valor aproximado entonces de entre 78339​ y 805 millones de dólares. Constituía una de las principales reservas de oro del mundo y había sido acumulada principalmente durante la Primera Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral.

El 21 de julio de 1936, solo cuatro días después del inicio del golpe de Estado, el ministro de Hacienda del Gobierno de José Giral ordenó el envío urgente a París en avión de unas 40 toneladas de oro, "por las que el Tesoro republicano obtuvo 507 millones de francos que sirvieron para comprar armas y municiones antes que el Acuerdo de No Intervención se pusiera en marcha". Dos meses después, cuando las tropas sublevadas se acercaban a Madrid, el gobierno de Largo Caballero decidió por unanimidad el 12 de septiembre sacar de la capital las reservas de oro del Banco de España para que no cayeran en manos de los sublevados o de grupos anarquistas de la FAI (estos últimos planeaban asaltar las bóvedas del banco y trasladar el oro a Barcelona, según había informado el presidente de la Generalitat Lluís Companys a Largo Caballero).​ La operación fue organizada por el ministro de Hacienda del nuevo gobierno, Juan Negrín, quien comunicó al presidente del Banco de España, el exministro republicano Lluís Nicolau d'Olwer que el destino del oro serían los polvorines de La Algameca en la base naval de Cartagena. Según Ángel Viñas,  la elección de Cartagena era lógica, ya que «se trataba de una gran base naval, pertrechada y defendida adecuadamente, un tanto alejada del teatro de operaciones y desde la cual cabía la posibilidad de, llegado el caso, transportar por vía marítima las reservas a algún nuevo lugar».


Traslado del oro desde Cartagena. Foto José Casaú


Las cajas fueron transportadas en camiones a la Estación del Mediodía, y desde allí por vía férrea y protegidas por la «Brigada Motorizada» del PSOE, hasta Cartagena, donde se depositaron en los polvorines de La Algameca.​ Los últimos lingotes de oro y sacos de monedas llegaron a Cartagena el 21 de septiembre, en total 560 toneladas de oro.

Ante el endurecimiento de la política de "no intervención" que afectaba sobre todo a la República, pues las potencias fascistas seguían suministrando ayuda a Franco, y tras la decisión de la Unión Soviética de acudir en ayuda de la República, el único país europeo que iba a hacerlo, el presidente Largo Caballero comunicó el 15 de octubre de 1936 al embajador soviético Marcel Rosenberg su petición de que el Gobierno soviético aceptara el depósito en Moscú bajo la custodia del gobierno soviético de la mayoría del oro guardado en Cartagena, 510 toneladas. Cuatro barcos soviéticos lo trasportaron al puerto de Odessa en el mar Negro y de allí en tren llegó a Moscú a comienzos de noviembre de 1936.

El 28 de octubre de 1936, zarparon de Cartagena cuatro cargueros soviéticos conteniendo el oro evacuado el 14 de septiembre del Banco de España.

Banco de España, Madrid, 1936


El oro tardó tres noches en ser embarcado, y el 25 de octubre los cuatro barcos se hicieron a la mar rumbo a Odesa, puerto soviético del Mar Negro. Acompañaban a esta expedición, como personas de confianza, cuatro claveros del Banco de España.

El convoy partió de Cartagena el 25 de octubre sin escolta naval para no despertar sospechas entre alemanes e italianos. El 4 de noviembre, los barcos llegaron a Odessa y luego el oro fue transportado a Moscú.

Ante el avance de los sublevados y la "no-intervención" de las democracias occidentales y debido a la hostilidad que habían mostrado hacia la República los bancos de Gran Bretaña y Francia, que constituían la otra alternativa, la Unión Soviética era -según Ángel Viñas-  la única opción, ya que garantizaba armamento y alimento a cambio de oro. 


Una brigada de tanques soviéticos había desembarcado en Cartagena dos semanas antes y ahora estaba estacionada en Archena, a 40 millas. La mandaba el coronel S. Krivoshéin, que los españoles conocían como Melé. Krivoshéin me asignó veinte camiones militares y otros tantos de sus mejores tanquistas (...) Los sesenta marinos españoles habían sido enviados al polvorín con una hora o dos de anticipación (...) Y así, el 22 de octubre, al anochecer, me dirigí, seguido de una caravana de camiones, al depósito de municiones (...) La salud de Méndez Aspe era algo muy serio. Era un hombre muy nervioso. Nos dijo que debíamos interrumpir la carga o pereceríamos [a causa de un bombardeo alemán]. Le respondí que no podíamos hacerlo, porque los alemanes continuarían bombardeando el puerto y el barco se hundiría, así que debíamos seguir. Entonces huyó y dejó solo a un ayudante, un español muy agradable que se encargó de contar las cajas del oro.

Congreso de los EE.UU., Senado, Scope of Soviet Activity


La propaganda franquista afirmó que el oro del Banco de España había sido robado por la República y entregado a Stalin sin contrapartidas.​ Uno de los argumentos que utilizaron para calificar la operación de "robo" fue que las reservas no eran propiedad del Gobierno de la República —del Tesoro Público— sino del Banco de España, que entendían que era una simple entidad privada, que no era un "banco nacional" sino una sociedad anónima.

Sin embargo, las investigaciones de historiadores como Ángel Viñas o Pablo Martín-Aceña, han demostrado que el "oro de Moscú" ni fue "robado" ni tampoco se entregó graciosamente a Stalin, sino se gastó en su totalidad en compras de material bélico (unos 518 millones de dólares en divisas generadas por las ventas del oro). Una tercera parte se quedó en la Unión Soviética para liquidar los suministros bélicos enviados a España. Las otras dos terceras partes fueron transferidas a París, a la Banque Commercial pour l'Europe du Nord. Por su parte el Banco de Francia adquirió 174 toneladas de oro, una cuarta parte del total de las reservas, por las que pagó a la Hacienda republicana 195 millones de dólares. En total, entre el "oro de Moscú" y el "oro de París" (una cuarta parte, del que la propaganda franquista nunca habló) las autoridades republicanas obtuvieron 714 millones de dólares, que fue el coste financiero de la guerra civil para la República. En Rusia no quedó nada del oro español y las reservas estaban prácticamente agotadas en el verano de 1938. 

El 18 de diciembre de 1956, tras la muerte de Negrín y cumpliendo su voluntad, su hijo Rómulo entregará al Consulado General de España en París los documentos de la República que autorizaban el traslado, entrega en depósito a la URSS y disposición del oro español.