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El porqué del golpe de Estado del 18 de julio de 1936

La falsedad de los mitos franquistas acerca del 18 de julio que el régimen dictatorial del general Francisco Franco durante tantos años se esforzó en mantener y que hoy las derechas extremas y las extremas derechas quieren perpetuar.

POR Josefa Martínez López (Memoria Histórica de Cartagena)





Al inicio del golpe no necesitó a la Iglesia. Necesitaba armas. Después llegaría la idea de la Cruzada para legitimar la atrocidad.

Ochenta y cinco años después del golpe de estado del 18 de julio, y asistimos al virulento ataque del fascismo disfrazado de derecha, que no cesa en sus diatribas y argumentos falaces para descalificar al régimen republicano y legitimar la rebelión militar. No vienen los ataques solamente de la organización considerada oficialmente de ultraderecha, sino que incluso el iluminado jefe de la oposición, líder del autodenominado partido de centroderecha, se permite impunemente falsear la historia en una vergonzante interpretación de los hechos históricos en que el rigor es sustituido por la desvergüenza en que se presupone la más absoluta ignorancia de la Historia y la más aún aplastante incultura por parte del pueblo español. Existen, sin embargo, numerosísimos investigadores e historiadores de reconocido prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras, que han demostrado documentalmente la falsedad de los mitos franquistas acerca del 18 de julio que el régimen dictatorial del general Francisco Franco durante tantos años se esforzó en mantener.

La exposición objetiva de los motivos de la sublevación y de los métodos represivos usados por los golpistas están suficientemente demostrados por investigadores de la talla de Ian Gibson, Paul Preston, Ángel Viñas, Luis Arias González, Benito Bermejo, Sandra Checa, José Luis Ledesma, Xosé M. Núñez Seixas, Fernando Puell de la Villa, Pablo Rodríguez Cortés… ¿para qué seguir? Son tantos los historiadores e historiadoras que han trabajado estos temas que resulta imposible citarlos a todos.

Dada la fecha en que nos encontramos, tan próxima al aniversario de la vergonzosa y traidora sublevación, vamos hoy a ceñirnos a un solo aspecto: el de los mitos que los franquistas alimentaron con la finalidad de justificar lo injustificable, y lo vamos a hacer en base a unos breves extractos de José Luis Ledesma en “La “primavera trágica»· de 1936 y la pendiente hacia la guerra civil”, de Ángel Viñas en “¿Quién quiso la guerra civil?” y de la obra colectiva, coordinada por Francisco Sánchez Pérez “Los mitos del 18 de julio”, en que contamos con los nombres del citado Ángel Viñas, Julio Aróstegui Sánchez, Fernando Hernández Sánchez, José Luis Ledesma, Eduardo González Calleja, Francisco Sánchez Pérez, Fernando Puell de la Villa, Xosé M. Núñez Seixas y Hilari Raguer Suñer.

En los antiguos textos de Historia del Bachillerato se hablaba de la Guerra Española del 36 arguyendo, por ejemplo, que “ante el caos y la anarquía que el régimen republicano había permitido que se apoderasen de nuestra patria, un puñado de buenos españoles se alzaron en armas en el Glorioso Movimiento Nacional y, después de tres años de guerra contra el marxismo, el ateísmo y el separatismo, liberaron a España de los peligros del comunismo”. Otras afirmaciones similares se podían leer en libros de unas y otras editoriales, como que “muchos españoles, engañados por propagandas extranjeras habían sido engañados por estas ideas y servían de ciego instrumento…” etc… o que “Los ideales del Glorioso Alzamiento Nacional fueron la civilización cristiana y patria; el restablecimiento del orden; la mejora del obrero y las clases humildes; la propagación de la cultura hispana y la repulsión de las doctrinas marxistas y comunistas”. Se afirmaba que durante la República “Los crímenes se producían en todo momento, obedeciendo las órdenes de Moscú”. Tras todas estas afirmaciones, se terminaba afirmando que “el Ejército tiene la sagrada obligación de intervenir cuando lo que peligra es el ser mismo de la Patria” y por eso, aun siendo conscientes “del dolor que la guerra produce, no titubearon en producirlo. Es lo mismo que cuando una persona necesita una operación y son, precisamente, aquellos que más le aman quienes le llevan al cirujano” .
Franco necesitó de la intervención de la Italia fascista de Mussolini y de la Alemania nazi de Hitler para el golpe de Estado contra el gobierno legal de la República española.

Tras estas burdas maneras de justificar la rebelión, siempre el mantra de que la violencia y la amenaza de la revolución comunista hicieron el golpe inevitable, y se levantaron en armas para salvarnos de ser esclavos de Rusia. Tras estas falacias, se polarizaba la lucha: se trataba de la verdadera España contra la anti-España (o sea, la República), y se llamaba Santa Cruzada a la guerra que se sostuvo, porque el catolicismo se sumaba a los valores que los golpistas sostenían: el catolicismo contra el marxismo y la masonería.
La Iglesia, uno de los brazos sustentadores del franquismo.

Y si con ellas se educó durante los cuarenta años de la dictadura a los españolitos y españolitas de a pie, lejanas en el tiempo, pero no en la ideología, continúan estas afirmaciones en el discurso neofascista, cristalizado en una serie de mitos, de los cuales extraemos los siguientes, quizás los más recurrentes, y que fueron alimentando el sentimiento colectivo desde mucho tiempo antes al momento de la sublevación.

Con bastante anterioridad al verano del 36, en todos los medios, las derechas hicieron hincapié en el peligro comunista, englobando en este término cualquiera, desde republicanos a anarquistas. Bajo el epígrafe de “rojos” etiquetaron a todos y les asignaron la categoría de violentos y despiadados, atribuyéndoles todos los males posibles, sin ninguna necesidad de justificación que lo demostrara. Así, de cara al interior y al exterior, la sublevación encontraba su razón de ser.

Primer mito: El levantamiento militar se llevó a cabo para evitar una revolución comunista.

Los sublevados llegaron a falsificar informes para sostener esta teoría, teoría que se repitió durante toda la contienda, y continuó reiterándose hasta la saciedad durante todo el tiempo de duración de la dictadura franquista.
Ejército, Falange e Iglesia. Como cuarto sostén del franquismo, faltaría en la foto la monarquía borbónica.

Pero ningún documento demuestra esas intenciones por parte de la Tercera Internacional Comunista ni del Partido Comunista de España. En nuestro país, el PCE era minoritario y con muy poca influencia, y las indicaciones de la III Internacional iban en la línea de la moderación.

segundo mito: para justificar lo injustificable, Tras el triunfo del Frente Popular se desató el caos y la violencia durante la primavera de 1936, llamada “la primavera trágica”, con muchas víctimas mortales producidas por los revolucionarios entre empresarios, terratenientes, clérigos y otras personas de derechas.

Nada más lejos de la realidad: Durante esos meses no murió ningún religioso y fueron asesinados muy pocos empresarios o propietarios. Durante esos días hubo muchas huelgas y manifestaciones en las que se exigían más cambios y más rápidos, durante los que hubo muchas víctimas mortales entre jornaleros, sindicalistas y gente de izquierdas ¿Por qué? Por la dureza en la que el gobierno actuó frente a las movilizaciones. El gobierno del Frente Popular se aplicó con fuerza en la represión de los izquierdistas, no de los conservadores, como demuestra Ángel Viñas en “Los mitos del 18 de julio”.

Hubo también víctimas a causa de los enfrentamientos entre militantes de organizaciones de izquierdas, y muchos a manos de los pistoleros de extrema derecha; los muertos vinculados a grupos de derechas fueron una mínima parte.

tercer mito, bastante extendido, nos dice que el golpe de estado fue necesario porque el nacionalismo amenazaba la unidad de España.

Fue éste un potente instrumento movilizador contra el gobierno, y por ello eligieron el término “nacionales” para autodenominarse los rebeldes durante la guerra, pero lo cierto es que, en España, el independentismo no constituía un peligro real.

Cuarto mito: El asesinato de Calvo Sotelo, como detonante decisivo que precipitó el golpe de estado.

Está sobradamente demostrado que éste no fue algo improvisado, sino que estaba pergeñado de antemano por los rebeldes meses antes de la intentona golpista. La trama militar y civil, con apoyo internacional, tenía como objetivo acabar tanto con los cambios que los gobiernos de izquierdas habían conseguido llevar a cabo, como impedir el cambio social y político que el gobierno sustentado por el Frente Popular estaba decidido a emprender, rompiendo así siglos de caciquismo, corrupción, falta de libertad y guerras, de cuyos beneficios se lucraban los terratenientes, la Iglesia Católica y la nobleza monárquica. (Pablo Rodríguez Cortés, en “La República, un final desgarrador. Un mito histórico”).

Y si el franquismo buscaba justificarse en el patriotismo, no podía, lógicamente, reconocer el papel de las potencias extranjeras en la conspiración; mantenía, por ello, que la ayuda italiana y alemana vino después del 18 de julio: Mussolini entró en la guerra porque Franco se lo pidió.
El hijo del dictador Benito Mussolini, Bruno, intervino en los bombardeos a Cartagena.

La verdad es que la implicación de la Italia fascista se produjo antes del golpe militar. Ya venía gestándose desde 1934, y por mediación de la trama civil de los monárquicos de Calvo Sotelo, Mussolini financió a la Falange de Primo de Rivera y firmó cuatro contratos para proveer de armas modernas, aviones, bombas y municiones a los militares de la conspiración, que preveían una guerra como consecuencia del golpe. Y tal firma se produjo el 1 de julio, es decir, con anterioridad al levantamiento (“La connivencia fascista con la sublevación y otros éxitos de la trama Civil” y “Quién quiso la guerra civil” Ángel Viñas)

Porque la realidad es que la República estaba condenada desde el primer momento; las conspiraciones de los monárquicos para acabar con la República comenzaron el mismo 14 de abril de 1931, y en 1935 ya tenían decidido sublevarse en el caso de que las izquierdas volviesen al poder, tal y como Viñas demostró, documentos en mano, y sublevarse con el apoyo del régimen fascista. Se trataba de instaurar en España un régimen como el de Mussolini, y a eso iban encaminados todos los esfuerzos.
Juan de La Cierva, embajador monárquico de la conspiración contra la República ante las potencias del eje, la Alemania nazi
y la Italia fascista. Foto publicada por el Huffington Post.

La guerra de España del 36 al 39 no fue provocada, como se nos quiso hacer creer por factores internos de la política española. Desde 1934 había habido contactos con la Italia fascista por parte de los monárquicos, y así, el golpe fue debido a una conspiración militar, pero también a una conspiración civil, y el apoyo de Italia fue decisivo para el inicio de la guerra.

En cuanto al motivo, si bien hasta hace poco se consideraba como principal causa las reformas emprendidas por la República, las últimas investigaciones de Ángel Viñas no dejan lugar a dudas: La proclamación de la República fue, per se, un motivo para sublevarse; los monárquicos declararon la guerra a la República desde el primer momento, pues equipararon República a Revolución, y por eso pusieron en marcha la conspiración, para poner en marcha una dictadura militar como la de Primo de Rivera, pero con toques fascistas, y en el momento apropiado restaurar la monarquía de manera parecida al sistema italiano.

La muerte de Sanjurjo y la traición de Franco a los monárquicos dieron al traste con esta aspiración y se instauró el régimen franquista que sufrimos el pueblo español durante cuarenta años, cuarenta años de dictadura y una posterior democracia incompleta en que inútilmente se nos intenta constantemente tergiversar la verdad, pero los documentos de los archivos están ahí. Ahí están las pruebas.
Franco firmando tranquilamente el enterado de las sentencias de muerte.

Es cuestión de sentarse a leer, y QUIEN TENGA REALMENTE GANAS DE ENTENDER, QUE ENTIENDA.