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La Segunda República en Cartagena

Cartagena durante la Segunda República Española. Marco Socioeconómico y Bienio Social Azañista

POR Francisco Franco Fernández*



Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se caracterizaron por la unidad de acción entre republicanos y socialistas, cuyo único aglutinante fue la lucha antimonárquica y la reivindicación de la República, y su eficacia en el desempeño de la actividad electoral pese a las limitaciones antes apuntadas. La campaña en Cartagena tuvo lugar en medio de un ambiente de tranquilidad, reflejándose en los mítines de los partidos republicanos y de izquierdas una crítica tanto de la monarquía como de los partidos tradicionales y en los de éstos una defensa de la estabilidad y el orden público.


La implantación de la República y el bienio social-azañista.


En el municipio de Cartagena, a pesar de la elevada abstención y de ciertas irregularidades inherentes al sistema, el triunfo de la conjunción republicano-socialista a nivel local se acogió con enorme júbilo. Como en casi toda España, la proclamación de la República se vivió de forma pacífica, produciéndose multitudinarias manifestaciones y concentraciones en torno a las principales arterias y edificios públicos de la ciudad.


El día 15 de abril de 1931 tomo posesión en el ayuntamiento una gestora provisional formada por los tres concejales más votados: Severino Bonmatí Vicedo (Radical Socialista), Luis Romero Ruiz (PSOE) y Amancio Muñoz de Zafra (PSOE). El objetivo era dar entrada a la bandera tricolor, símbolo de la República, lo cual se hizo con el acompañamiento de una enorme muchedumbre que ocupaba, no sólo el palacio municipal, sino también muchísimas plazas y calles de los alrededores. Los nuevos representantes municipales penetraron en las casas consistoriales con los acordes de La Marsellesa, desfiles y vivas a la República y dirigieron a la multitud el deseo de todos de que la enseña: “…sirva de guía a todos los patriotas en la nueva era que comienza para España…”. Dos días después, el 17, tomó posesión el nuevo equipo municipal siguiendo las instrucciones marcadas por el gobierno de la República: “Ministro gobernación ordena que se constituya inmediatamente ese ayuntamiento acatando resultado sufragio día doce conforme ley municipal 1877, salvo que se hubiesen formulado o se formulasen protestas por coacciones o falseamiento elección, en cuyo caso quedará en suspenso constitución. De todo ello se me dará oportuna cuenta”.


En este contexto de absoluta normalidad y legalidad, con la rúbrica del notario Fausto Suárez Pérez, el último alcalde monárquico hizo entrega del poder municipal al concejal más votado, Severino Bonmatí, quien había obtenido un total de 1559 sufragios. En total fueron elegidos 45 concejales, de los cuales 20 eran republicanos, 10 del Partido Cartagenerista, 10 del PSOE, 4 conservadores y uno independiente. Parece que la figura de más prestigio era Severino Bonmati Vicedo, que fue elegido, a pesar de su negativa por ser candidato, presidente de la mesa electoral que había de organizar la votación interna de selección del alcalde. El acuerdo entre los concejales hizo que su candidatura sólo obtuviese su voto frente a los 44 de Francisco Pérez Lurbe, de la Alianza Republicana, nueva máxima autoridad municipal, siendo sustituido poco después por Pedro Sánchez Meca. El resto del equipo de gobierno quedó completado con los siguientes concejales: -Teniente de Alcalde: Luis Romero Ruiz (Alianza Republicana). -2º Teniente de Alcalde: Amancio Muñoz de Zafra (PSOE). -3er Teniente de Alcalde: Severino Bonmatí Vicedo (PRRS - Partido Republicano Radical Socialista). -4º Teniente de Alcalde: El médico Ángel Sánchez Del Val (PSOE). -5º Teniente de Alcalde: Miguel Céspedes Pérez (PSOE). -6º Teniente de Alcalde: Pedro Peñalver Alcaraz (PRRS). -7º Teniente de Alcalde: Ramón Navarro Vives (Alianza Republicana). -8º Teniente de Alcalde: Rosendo Zamora Ruiz (Alianza Republicana). -9º Teniente de Alcalde: Luciano Fructuoso (Alianza Republicana). -10º Teniente de Alcalde: Alejandro Del Castillo Roda (Alianza Republicana).


La nueva corporación no introdujo en la vida municipal grandes novedades de organización, siendo la tónica habitual el respeto a los usos tradicionales. Se eligieron de entre los concejales dos procuradores síndicos, encargados de los asuntos jurídicos, siendo lo habitual que fuese solo uno. Esto se hizo para contentar tanto a republicanos, que eligieron a César Serrano Mateo ( en febrero de 1936 nombrado alcalde), como a socialistas, que hicieron lo propio con José María Hernández Meoro. Una vez más, y a pesar de que era la familia con mas carisma en la vida política cartagenera, quedó fuera de la elección un miembro de los Bonmatí, Casimiro, que pretendía uno de los dos puestos, a pesar de no pertenecer a la mayoría. Otro aspecto que se modificó fue el horario de los plenos ordinarios, que pasaron a ser los viernes a las 18:30 para permitir la asistencia a éstos de los obreros.


Podemos decir que la gran revolución dentro de la vida política consistió en la existencia de un debate político de gran riqueza y un aire de libertad que duró hasta septiembre del 36, cuando el gobierno central de Largo Caballero interviene el gobierno municipal, imponiendo un estado revolucionario y de guerra. El alcalde impulsó un nuevo estilo, cercano al reformismo tranquilo, a la revolución de terciopelo que pretendían los republicanos:


1º Intentando regenerar la política, renunciando a los sueldos y al coche oficial, en un intento de austeridad y, por qué no decirlo, con una dosis de demagogia política, como demuestra la utilización de frases como “no puede el alcalde pasearse en automóvil cuando el ayuntamiento debe pesetas” o “ aquí se terminaron las cartas de recomendación y el favoritismo”.


2º Queriendo contentar a sus amigos políticos de la izquierda e impulsando una política social. Introduciendo en el presupuesto importantes partidas destinadas a la Instrucción Pública y la Asistencia Social.


3º Tranquilizando a la burguesía al poner como objetivo el mantenimiento del orden público y la legalidad y, en un alarde autoritario y parodiando al Alcalde de Zalamea, defender la independencia municipal diciendo que su vara de mando “antes de doblegarse se romperá”.


En cuanto a los presupuestos de la época republicana, de talante social-reformista, diremos que destacaban los importantes capítulos dedicados a la instrucción pública, beneficencia, asistencia a ancianos y asistencia social, quedando las partidas desglosadas de la siguiente forma: -OBLIGACIONES GENERALES: pensionistas y jubilados, créditos, litigios, servicios al estado y anuncios y suscripciones. -REPRESENTACIÓN. -VIGILANCIA Y BOMBEROS. -ADMINISTRACIÓN. -PERSONAL. -SALUD E HIGIENE: aguas, limpieza, desinfección y epidemias. -BENEFICENCIA: médicos, socorro de pobres y calamidades. -ASISTENCIA SOCIAL: fomento, casas baratas, seguros sociales y retiro obrero. -INSTRUCCIÓN PÚBLICA: escuelas, talleres y cultura. -OBRAS PÚBLICAS. -MONTES. -FOMENTO DE EXPOSICIONES. -IMPREVISTOS.


En los primeros días de la República eran frecuentes los debates y declaraciones de intenciones, pues, dada la multitud que asistía a los plenos y jaleaba las sesiones, los políticos aprovechaban para exponer sus programas y los de su partido, dadas las ansias de libertad del pueblo y el beneplácito con que eran acogidas las nuevas ideas. Podemos decir que, como suele suceder cuando se produce una renovación, del género que sea, el pueblo acoge con agrado las novedades y, en la Cartagena de 1936, la política estaba de moda. Estas eran las posturas, además de la del equipo de gobierno republicano, ya conocida, que existían en el consistorio cartagenero en los albores de la Segunda República:


-La de los socialistas, coaligados con la mayoría republicana, representados por el segundo teniente, mas adelante alcalde, Amancio Muñoz de Zafra quien, en su toma de posesión expuso de forma conciliadora su “modus operandi”: “…yo no haré, ni más ni menos, que ser consecuente, hacer honor a mi conducta y a mis ideas, buscar solu ciones a las necesidades del proletariado y defender en España las ideas democráticas…”.


Era un planteamiento moderado, progresista, cercano a las ideas del sector reformista y legalista del Partido Socialista Obrero Español, representado de forma especial a nivel nacional por Prieto, Besteiro y Fernando de los Ríos. Sin embargo, con el paso del tiempo, como tantos socialistas, fue radicalizando su discurso, justificando su colaboración con la república democrática por el objetivo común de acabar con la Monarquía y cierta simpatía paternalista. En uno de los plenos recogidos en el libro de actas capitulares dejó caer esta reveladora sentencia: “…pudiera suceder que, en algún momento, como consecuencia de nuestras normas políticas, económicas y sociales, apareciese nuestra disconformidad, lo que pudiera ser en medidas gubernamentales, en confección de presupuestos y en la forma de realizar impuestos. En estas cosas que son consustanciales con nuestros ideales …nos hemos, pues, de orientar a la defensa de nuestras ideas socialistas y nos conduciremos laborando tenazmente hasta conseguir la redención del proletariado, que no es otra cosa que la implantación de una sola clase, la de trabajadores dignos y libres que obtengan íntegramente el producto de su trabajo…”.


Con estos amigos políticos de coalición y la presencia en el ayuntamiento de personajes de la derecha histórica como Alfonso Torres, Justo Aznar, Mariano Pascual de Riquelme, Pedro Sánchez o Manuel Dorda; y extrapolando esta situación al resto del país, podemos aventurar desde el análisis de la base histórica local algunas de las causas del estrangulamiento, desde las fuerzas tradicionales primero, y desde la izquierda desde septiembre de 1936, de la segunda experiencia republicana.


-La de los representantes del Partido Republicano Radical Socialista, el tercer teniente de alcalde, el incombustible y voluntarioso Severino Bonmatí Vicedo y el sexto, Pedro Peñalver Alcaraz. Estos concejales, en general aliados casi siempre y fieles a la mayoría republicana, eran el máximo exponente del republicano legalista, democrático e idealista, poniendo siempre énfasis en el respeto a la ley, la justicia, la moral y la persona, mostrándose en todos sus discursos críticos con la extinta monarquía.


- La de la minoría conservadora, agazapada y tímida por saberse a contracorriente, representada por Pedro Sánchez. Se muestra en los albores del régimen tolerante y colaboradora.


- La del peligroso (para la causa republicana) grupo cartagenerista, representado por el alcalde del periodo de la Dictadura de Primo de Rivera Alfonso Torres, que aglutinaba al núcleo mas duro y conservador de la burguesía cartagenera que lideraron en la ciudad la Unión Patriótica y que ahora escondían su auténtica ideología y sus fines últimos con una estrategia localista que tan buenos dividendos electorales ha dado tradicionalmente en esta ciudad y que creemos queda expresada en estas palabras dirigidas a la corporación: “Saludo cordial y afectuoso, lleno de respeto a la nueva corporación de Cartagena. Nuestra bandera no es mas que una: Cartagena…”.


La implantación de la Segunda República lo fue en un clima de gozosa tranquilidad que se prolongó durante todo el mes de abril, con algunos pequeños conatos de revuelta anarquista y algunas manifestaciones algo subidas de tono en el periódico promonárquico Cartagena Nueva. Los primeros incidentes serios tuvieron lugar en el mes de mayo, coincidiendo con los sucesos de Madrid del día 10 de ese mes y el resurgir de la actividad política por la proximidad de las primeras elecciones legislativas, en las cuales participó a nivel provincial un nuevo partido, minoritario, el federal del autor del libro sobre El Cantón Murciano Antonio Puig Campillo.


Las elecciones generales de 1931 se celebraron siguiendo el sistema electoral de 1907, con la novedad de constituir las ciudades que como Cartagena tenían mas de 100.000 habitantes un distrito separado del resto de la provincia para favorecer con ello el voto urbano, mas progresista y republicano, e intentar corregir la enorme y fatídica para el nuevo régimen dispersión política. Se mantenía el sufragio universal masculino (Azaña lo extendería a la mujer en las segundas elecciones), se rebajaba la edad para votar a 23 años y se permitía la elección de mujeres. Se votó el 28 de junio y Cartagena eligió dos diputados particulares de su distrito, Murcia capital cuatro y para el distrito provincial otros siete, en total trece.


La proliferación de partidos hizo necesaria la existencia de alianzas, especialmente entre los partidos republicanos, proponiéndose varias combinaciones para reeditar la unión conseguida para las elecciones municipales. Finalmente fueron juntos a la contienda los radicales, el Partido Socialista Obrero Español y la Acción Republicana de Manuel Azaña, no participando en las coaliciones los radical-socialistas. En Cartagena participaron también la derecha liberal y los agrarios, sin embargo la derecha quedó casi borrada en estas elecciones.


En la ciudad departamental participaron, según el anuario estadístico, 16.132 electores (la mayoría del casco urbano) de los 33.883 censados, lo cual supuso un 47,61%, que contrastaba con el 67,68 % que votaron en el resto de la provincia y el 68,65% de Murcia capital. Esta elevada abstención del municipio se debió a estos factores:


1º La falta de claridad en el panorama electoral republicano, donde el camba-lache de coaliciones posibles, no despejado hasta última hora, confundió al electorado.


2º La dispersión de partidos tradicionales de derechas, mayor que en el resto de la provincia, mezclándose la derecha monárquica representada por Pedro Sánchez, los regionalistas agrarios y el localista Partido Cartagenerista o Upetista, con gran atractivo para las elecciones locales, pero de difuso perfil político para los electores en el contexto nacional, siendo su líder el antiguo alcalde Alfonso Torres.


3º La elevada abstención del campo de Cartagena, donde el predominio del poblamiento disperso y las malas comunicaciones dificultaban el voto de una población rural (salvo notables excepciones como La Palma) con escasa cultura cívica y formación política.


4º La existencia de una fuerte implantación del sindicato anarquista CNT, que no existía en el resto de la provincia y que vaciló hasta el último instante en recomen-dar a simpatizantes y afiliados la abstención, el voto a la conjunción republicano-socialista o el apoyo al partido federal, postura que fue la que al final predominó.


Fueron cinco los candidatos que finalmente concurrieron a la contienda electoral en Cartagena, siendo elegidos por el sector “oficialista” el radical Ángel Rizo, con 7.893 votos (48,93%) y el radical socialista Ramón Navarro Vives, con 4.156 votos (25,76%). A nivel provincial la coalición social-republicana había obtenido diez de los trece escaños posibles (cinco radicales, tres socialistas y dos de Acción Republicana). Los radical-socialistas, con tres escaños, habían demostrado su tirón electoral y la capacidad de organización y movilización de sus militantes, siendo la gran perdedora la derecha tradicional.


El llamado bienio social-azañista se caracterizó sobre todo por la elaboración de la Constitución de 1931, la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Estos y otros temas de alto calado político hicieron que la inicial unidad de los republicanos fuese diluyéndose por existir dentro de los socios de gobierno amplias diferencias ideológicas, políticas y morales sobre si el estado debía de ser centralista o federal, social o liberal, confesional o laico, etc. Los años treinta fueron en el mundo occidental los del auge de los extremismos políticos, los del desarrollo del socialismo totalitarista y el fascismo, en resumen, los de la crisis del estado democrático. Y la joven república española fue víctima de esos extremismos, que habían calado hondo en algunos de nuestros políticos, así como en las masas y los poderes que ellos representaban. Los primeros problemas surgieron al plantearse la separación entre la iglesia y el estado que, como comenta el propio Azaña en su Testamento Político, provocó la hilaridad de la derecha republicana y más de una rabieta en el veleidoso y mojigato Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora.


La Reforma Agraria, por otro lado, provocó la reacción de los propietarios del campo que fundaron a nivel estatal un gran partido de derechas, Acción Nacional (más tarde Acción Popular) y justificó el paso del Partido Radical de Lerroux , al ver frustradas éste sus aspiraciones políticas, a la oposición. En la región la prensa conservadora, especialmente La Verdad de Murcia y Cartagena Nueva, estalló en cólera contra la reforma agrícola de una forma especialmente agresiva por ser el diputado murciano de Acción Republicana Mariano Ruiz-Funes su principal redactor e impulsor. En Cartagena el nuevo partido Acción Nacional surgió a partir del sólido gru-po (con 10 concejales en el Consistorio) del Partido Cartagenerista, los cuales ya no ocultaban sus auténticos principios y el color de su bandera: religión, patria, orden, familia y propiedad. Con motivo del frustrado intento de golpe de estado de Sanjurjo el 10 de agosto de 1932 comenzaron a aparecer en Cartagena los primeros síntomas de crispación de la vida política, tomándose algunas medidas para contener los excesos de la derecha:


1º Se suspendió durante algún tiempo el diario “Cartagena Nueva” por acuerdo municipal y de forma preventiva “…en vista de los sucesos acaecidos y la tensión en que se encuentra el pueblo de Cartagena…”.


2º Se clausuró el centro de Acción Popular en la ciudad por existir indicios de que desde allí se conspiraba contra la República.


3º Fueron encarcelados algunos políticos que participaron en la trama política de la “sanjurjada”, entre ellos el comisario de policía.


4º Se decretó una inspección de la gestión municipal desde el 13 de septiembre de 1923, que en realidad ocultaba un ajuste de cuentas contra personajes públicos de la Dictadura como Alfonso Torres, muy implicados en la vida política de la ciudad y en la oposición al nuevo régimen.


El periodista, concejal y político militante de la derecha Manuel Dorda se convirtió en bandera de la denuncia a favor de la libertad de expresión y de prensa, en peligro, según sus curiosas manifestaciones, por el autoritarismo a nivel local de la coalición gobernante. La lectura del discurso de José Antonio Primo de Rivera en Cartagena, recogido por el diario El Eco el 30 de octubre de 1933, nos hace pensar que las autoridades municipales, con mayor o menor fortuna, obraban de forma justificada contra los excesos de los grupos de la derecha, que habían perdido el miedo al pueblo y el respeto a la República y que tenían como única bandera la defensa de unas ideas que había que imponer a toda costa: “…Para defender estos principios no hay que decir que no se debe apelar a la violencia. Nosotros apela remos siempre a la violencia de los puños y las pisto las cuando se trate de ofender a la patria o hacerle daño…”




En 1933 el abanico político continuó ensanchándose, apareciendo la Confederación Nacional de Derechas Católicas o CEDA, a partir de Acción Popular, con un gran líder nacional, José María Gil Robles. También la Falange Española, del ya aludido José Antonio Primo de Rivera y, en la otra orilla, el Partido Comunista. Podemos decir, por tanto, que en 1933, a semejanza de lo que sucediera en el resto de Europa, la democracia se vio amenazada tanto por el fascismo como por los radicalismos revolucionarios y la joven República Española se convirtió en marco y escenario durante la Guerra Civil entre 1936 y 1939 del primer acto de un enfrentamiento generalizado entre tres formas de entender la vida y la sociedad: la democracia, el fascismo y el totalitarismo socialista. En nuestro breve estudio hemos intentado acercarnos a los primeros tiempos de la República, años de esperanzas y júbilo popular tras largas décadas de atonía política. Época de cambios y reformas, momento en el cual se abría una etapa de esperanza en el futuro de España que, visto desde el análisis distante que nos permite la historia nos parece casi una utopía. Pero ya va siendo hora de que los historiadores hablemos de cosas imposibles, porque, como dijo el trovador, de lo posible “se sabe demasiado.