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De 'Union Horse Power' a 'Uníos Hermanos Proletarios'

Blindado republicano de la Guerra Civil con las siglas UHP.  Biblioteca Virtual de Defensa. Guerra Civil. Tomo II (MUE-2024430) page 125. Creative Commons CC0 1



Uníos Hermanos Proletarios (UHP), Uníos Hijos del Proletariado o Unión de Hermanos Proletarios es una consigna simbolizada en la alianza obrera suscrita por la Federación Socialista Asturiana, la Unión General de Trabajadores (UGT) y la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), así como el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda comunista de España en febrero de 1934.​ Consta un documento firmado el 28 de marzo de 1934 entre la CNT-UGT de Asturias.
Originalmente la consigna surgió de forma espontánea entre las bases de los grupos sindicales con un significado distinto, «Union Horse Power», ya que la distinta maquinaria con la que se trabajaba en la época era casi toda de manufactura inglesa y las placas técnicas identificativas que databan sus capacidades, destacaban en su leyenda los caballos de vapor que poseían (Horse Power significa literalmente en inglés «potencia de caballo»). El desconocimiento general del idioma inglés entre los trabajadores hizo el resto. A partir de ahí surgió, ideada por Amador Fernández, la consigna Uníos Hermanos Proletarios.

Bajo las siglas UHP se unieron Federación Socialista Asturiana, la Unión General de Trabajadores y la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la CNT, así como las organizaciones trotskistas del Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda comunista de España. En septiembre, el Partido Comunista de España había solicitado la adhesión. Sin embargo, esta no fue permitida hasta que no retiró de su solicitud todo lo referente al antitrotskismo, pues tanto socialistas como anarquistas entendieron que era fundamental la unidad de acción y que no hubiera enfrentamientos internos.1​

La consigna fue adoptada por los revolucionarios en la Revolución de Asturias de octubre de 1934, buscando representar la unidad de acción del proletariado asturiano y sus diversas tendencias.

Más tarde fue una proclama habitual del bando republicano y sus defensores en la Guerra Civil. En el periódico El siglo futuro aparece esta reseña: "Unos a otros se saludan con el saludo del puño cerrado, y en vez de la palabra «alto» para detener a los sospechosos, en vanguardia usan la contraseña «PHU», a la que se contesta con la «UHP». Parece que estas iniciales corresponden a las palabras Unión Proletaria Hispana". La consigna UHP también era usada como "forma de pago" de los milicianos que hacían sus compras en los pequeños comercios, dejando la correspondiente deuda.

La Revolución de 1934

Manifestación minera en Mieres en octubre de 1934

Tras las elecciones generales de 1933, los centristas del Partido Radical de Lerroux forman un gobierno monocolor minoritario apoyado por la Confederación Española de Derechas Autónomas, liderada por Gil Robles. En Octubre de 1934, la CEDA, partido antirrepublicano, retira su confianza al gobierno radical y exige participar en el mismo, por lo que se incluyen tres ministros derechistas en el gabinete.
Los obreros se alarman por esta decisión, pues están viendo cómo la democracia parlamentaria burguesa ha abierto el camino al poder a los nazis en Alemania y a los fascistas en Italia, y no están dispuestos a que en España suceda lo mismo permitiendo la derechización de una república que tanto les ha costado conquistar.
El día 5, en Madrid, UGT declara la huelga general. CNT no apoya la movilización por imposibilidad de hacerlo, pues, en la capital, la organización había sido prohibida y sus militantes perseguidos y vigiladas sus actividades, por lo que solo podía moverse en la clandestinidad. Los revolucionarios intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno, pero las fuerzas represivas a su servicio, después de dos horas de intercambio de disparos, dominaron la situación y encarcelaron a los dirigentes socialistas que apoyaron la sublevación.
En Bizkaia y Gipuzkoa los nacionalistas no apoyan la revolución, pero la UGT toma las cuencas mineras y las zonas industriales, manteniéndolas en su poder hasta el día 12, en que los obreros fueron vencidos por la intervención del Ejército.
En Aragón, Extremadura y Andalucía no cuajó la revolución porque los campesinos estaban ya agotados por las recientes luchas y huelgas que se produjeron durante los meses de marzo, abril y junio.
Fue en Asturias donde, gracias a las heroicas y decididas acciones de los mineros, la Revolución del 34 alcanzó su cenit. Se trató de una auténtica insurrección coordinada entre las diferentes fuerzas de la izquierda asturiana, agrupada bajo las siglas UHP (Uníos Hermanos Proletarios, Uníos Hijos del Proletariado o Unión de Hermanos Proletarios. Las tres versiones aparecen en carteles y panfletos de la época) En esta Alianza Obrera se encuadraron la Federación Socialista Asturiana del PSOE, la UGT, la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la CNT, y las organizaciones trotskistas Bloque Obrero y Campesino (BOC) e Izquierda Comunista. Al Partido Comunista de España (PCE) que solicitó su ingreso en septiembre de 1934, no se le permitió la adhesión hasta que no retiró de su petición todos los puntos que hacían referencia a su antitrotskismo. Tanto socialistas como anarquistas fueron inflexibles en este extremo: ante todo, unidad de acción y nada de enfrentamientos intestinos.

l PCE firmó, por fin, su ingreso en UHP, pero, sin embargo, su afán de partido conductor de todas las iniciativas le hizo redactar el 4 de octubre, tan sólo 24 horas antes del inicio de la Revolución, un panfleto que fue distribuido por las cuencas mineras y que, entre otras lindezas, decía:»¡Trabajadores! No os dejéis engañar por ese falso camino que os brindan para la unidad. Vuestros jefes os traicionan. La Alianza Obrera es el nervio vivo de la contrarrevolución ¡Abajo la Alianza Obrera de la traición!» En fin, como siempre, intentando protagonizarlo todo y sacar tajada de todas partes, de la UHP y de los opuestos a la UHP. Tan sólo cuando, horas más tarde, el PCE comprendió que el movimiento era imparable, se convirtió en su mayor defensor.
Y llegó el día 5. Los mineros disponían de armas y dinamita y la revolución estaba muy bien organizada. En Oviedo se proclamó la República Socialista Asturiana y se atacaron lo puestos de la Guardia Civil, los ayuntamientos y otras instituciones de los poderes burgueses. A los tres días casi toda Asturias estaba en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo y desde el Gobierno se considera que la revuelta es una guerra civil en toda regla, por lo que Lerroux y Gil Robles deciden adoptar medidas enérgicas, entre las que destacan la de llamar a los generales Goded y Franco (que tenía ya experiencia por haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) para que dirijan el ataque contra los revolucionarios desde el Estado Mayor de Madrid. Estos recomiendan que se traigan de África tropas de la Legión y de los Regulares, pues tienen experiencia en combates y, además, psicológicamente, infunden pánico entre los ciudadanos, pues estos mercenarios tienen permiso para asesinar, violar y saquear a la población sometida: victoria -por cualquier método- a cambio de botín (el cabrón de Franco ya apuntaba maneras) Tampoco se recomienda la participación de jóvenes reclutas peninsulares por la impredecible reacción del pueblo ante sus posibles muertes y, porque al fin y al cabo, eran hijos del proletariado. También se temía el testimonio que pudieran difundir sobre la feroz represión que ya tenían planeada.
Mientras esto sucedía, el Ejército Rojo Asturiano se planteaba una marcha sobre Madrid, iniciativa que fue abortada por el rápido sitio militar al que fue sometida la recién nacida república rebelde. Poco antes del brutal allanamiento de Asturias, la aviación lanzó sobre Mieres el panfleto que sigue:
«Rebeldes de Asturias, rendíos. Es la única manera de salvar vuestras vidas: la rendición sin condiciones, la entrega de las armas antes de 24 horas. España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros, dispuesta a aplastaros sin piedad, como justo castigo a vuestra criminal locura. La Generalidad de Cataluña se rindió a las tropas españolas en la madrugada del domingo. Companys y sus hombres esperan en la cárcel el fallo de la Justicia. No queda una huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser las víctimas de la revolución vencida y fracasada. El daño que os han hecho los bombardeos y las armas de las tropas no son más que un triste aviso del que recibiréis implacablemente si antes de ponerse el sol no habéis depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después iremos contra vosotros hasta destruiros sin tregua ni perdón. ¡Rendíos al gobierno de España! ¡Viva la República!»
Y así fue: sin tregua ni perdón. El general López Ochoa, comandando las fuerzas militares gubernamentales, y el aún coronel Yagüe, al frente de sus embrutecidos legionarios apoyados por la aviación, avanzaron devastadoramente sobre Oviedo, primero, y, poco después, sobre Gijón. La resistencia revolucionaria fue heroica, llegando, en ocasiones, a la lucha casa por casa, pero infructuosa debido a la enorme diferencia de efectivos y medios.
El día 19 todo había terminado y comenzaba la dura represión que se extendió por el pueblo asturiano.